Hojas Zen II ©Ángela Ibáñez |
Desde hace siglos el Arte Oriental, nada que ver con el occidental, plantea el concepto del vacío, como realidad, de que el espectador que contempla la obra de
arte, la completa y le da sentido. Incluso en la antigüedad se mantenían las
obras pictóricas en rollos que se desenrollaban para disfrutar de la obra y
completar así la ceremonia estética.
La Física Cuántica plantea que
elementos aislados (sin interacción exterior) pueden presentar varias características
a la vez, por ejemplo ser varios colores o texturas al mismo tiempo o cambiar de un momento a otro dichas
características. En el Arte Oriental esa situación de aislamiento del elemento
artístico formal se la daría el pliegue, el rollo que mantiene escondida la
obra e impide que se muestre desde lejos, que el ojo varíe o modifique la
característica plural de su esencia hasta que sea contemplado.
Así cada uno la percibe y la
transforma, no sólo según su formación, códigos plásticos y/ culturales y educativos
sino según la interacción cuántica con la sustancia de los elementos de la propia
obra artística, la obra realmente cambia cada vez que alguien la contempla. Así en el Arte Oriental no sería sólo una
interacción filosófica e intelectual sino una interacción física y real, la
física cuántica que en Oriente se intuyó hace siglos sin llegar a alcanzar su conocimiento e interpretar adecuadamente pues no se había formulado dicha teoría, la
Física Cuántica, hasta nuestros días.
©Ángela Ibáñez
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